domingo, 7 de marzo de 2010

DE NOCHE

Me gusta la noche. Me hace sentir bien; me relaja.
Puedo abrir los ojos por completo. Lo veo todo con mayor nitidez. Y disfruto con ello.
Disfruto observándolo todo; aguzando la vista al máxino.
Y donde está demasiado oscuro, desarrollo un sexto sentido para seguir viendo. Y vaya si veo.
Me gusta sentir el aire de la noche en la cara, jugando con mi pelo.
Y me gusta incluso su olor. Por que la noche huele; y es un olor agradable.
También disfruto de los sonidos de la noche. La musicalidad de sus sonidos me tranquiliza.
Y es que la noche me sienta bien, me da fuerzas y me hace olvidar. Me ayuda a no pensar.
Por supuesto, hablo de la noche a la vista. Pues si no la veo, no la siento. Es como si fuera de día. Y entonces pienso; entonces no paro de pensar.
Pero fuera es distinto. Cuando siento la noche en toda su plenitud casi no me siento humano. Y nada me preocupa. Tan sólo estoy ahí. Como el resto; como los árboles; como los animales.
Me siento parte de la naturaleza; parte de un todo. Nada depende de mí, por lo que no merece la pena preocuparse.
Tan sólo estoy. Tan sólo soy. Y nada más importa. ¿Por qué preocuparse?
Debería ser siempre de noche. Lo veo todo más claro, más sencillo, más simple.
Me oigo respirar. De día sólo sé que respiro porque estoy vivo, pero de noche lo siento. Y me siento vivo, me siento capaz y sé que todo lo puedo. No temo a nada.
¡Quiero estar! ¡Quiero ser! ¡Quiero seguir!
Si la noche durase para siempre yo sería otro bien distinto al que todos conocen. Más activo, más alegre, con ganas de todo...
La sangre fluiría mejor por mis venas y mi cuerpo pediría moverse más a menudo.
También más a menudo aparecería mi risa. Y mis ganas de vivir, de ser y de estar.
Y es que de noche me siento pleno.
De noche me siento seguro.
De noche me siento vivo.
De noche me siento otro; de noche me siento YO.